Hasta los 9 meses. El calzado debe ser liviano, delicado y muy cómodo, confeccionado de materiales ligeros y suaves como la tela, el punto o la lana. También pueden ser de piel o lona. La planta del zapato debe ser lo más fina posible para que no moleste ni roce la planta del pie del bebé.

Entre los 9 y los 12 meses. Cuando el niño empieza a gatear, el zapato debe protegerle y darle seguridad. En esta etapa dan sus primeros pasos, por lo que es muy importante que el calzado les ofrezca seguridad, adherencia y agarre. Los zapatos de aprendizaje deben ser livianos, hipoalergénicos, realizados con telas suaves, pero deben llevar un refuerzo en la puntera para proteger sus dedos del roce y los golpes. Además, deben tener forma ergonómica dando libertad de movimiento a la articulación del tobillo y suela antideslizante.

Es habitual que un pie sea más largo que otro. La talla debe elegirse tomando como referencia el pie más grande.

Entre los 12 y los 18 meses. El niño comienza a andar, por lo que el zapato debe incluir refuerzos laterales y posteriores que eviten que el pie se ladee en cualquier sentido. Además de la calidad, comodidad y confort deben tener aireación, plantas gruesas, pero no demasiado altas, flexibles y antideslizantes.