Suele ser en la pre-adolescencia cuando nuestros hijos nos plantean por primera vez su deseo de quedarse a dormir en casa de algún amigo, ir al cine con ellos, salir a tomar un helado o simplemente, salir a dar un paseo.

Se sienten mayores y ansían más libertad, desean que confiemos en ellos y buscan ser dueños de sus propios actos y decisiones, pero todavía no son lo suficientemente maduros como para usar responsablemente de ella. Por ello, debemos ser prudentes y no dejarles hacer todo lo que nos piden, sino lo que nosotros pensemos que realmente son capaces de afrontar.

Cada edad debe tener sus privilegios y, por supuesto, sus obligaciones y responsabilidades. Podrán empezar a salir a pasear dependiendo de con quién, dónde y hasta qué hora.

A esta edad se puede ir al cine con los amigos o dejarlos que den un paseo con ellos, pero debemos llevarlos y recogerlos en un lugar determinado. Al principio, no deben ir solos por la calle. Poco a poco, conforme se vayan haciendo mayores y nos demuestran coherencia y responsabilidad, irán obteniendo más privilegios.

Conforme nos vayan demostrando que son responsables respecto al horario de regreso a casa y en su comportamiento con los amigos, podrán ir obteniendo mayor libertad. En caso contrario, actuaremos restringiendo su autonomía.

Nosotros somos, como es lógico, las personas que imponemos los límites. No podemos tener miedo a decir ocasionalmente «no» a algo que nos parezca no mal sino inadecuado para su edad, ni tampoco ceder a sus deseos por temor a provocar una situación tensa o desagradable. Una buena idea es hablar con los padres de los amigos y tratar de ponernos de acuerdo en el horario de regreso a casa.

Temores más frecuentes de los padres

Algunos padres consideran el mundo de fuera, el de la calle, como un lugar muy peligroso para sus hijos. Es cierto que casi todos los padres en algún momento han temido por la posibilidad de que alguien coja a su hijo por la calle, lo meta en algún coche y abuse de él o desaparezca para siempre.

Sin embargo, esto es una posibilidad muy remota y, en la mayoría de los casos en los que esto sucede, se trata de personas muy cercanas al entorno familia, lo que demuestra que podría ocurrir en cualquier momento del día y no necesariamente cuando salen con los amigos.

Debemos mantener las cosas dentro de una proporción, no podemos ser alarmistas ni tampoco no prevenir a nuestros hijos de los peligros de fuera, por temor a que vivan asustados o porque pensamos que no es necesario porque ellos ya lo saben.

Cuando empiezan a salir, surge en los padres el temor de si su hijo será capaz de desenvolverse solo fuera de casa, si se despistará de los amigos o si por el contrario podrá disfrutar de sus primeras salidas sin ningún problema.

Para evitar preocupaciones innecesarias en los padres y fomentar la responsabilidad del hijo, es muy importante que cumpla con el horario de regreso a casa y en el caso de retrasarse, deberá llamar por teléfono a sus padres para hacerles saber con quién está, dónde y cuál ha sido el motivo del retraso.

Advertirles de los peligros y confiar en ellos

Debemos advertir a nuestros hijos de los peligros que existen fuera de casa, procurando equilibrar esas advertencias y nuestros temores con su necesidad de independencia y su ansia de libertad.

Deben ser responsables de las decisiones que tomen cuando salgan con los amigos, es importante que sean conscientes de los peligros para estar a salvo de los mismos pero, sin volverse tan cautos que le impida divertirse.

Los padres tenemos que explicarles los peligros de las drogas, del alcohol, de las imprudencias con la moto o el coche, de las personas extrañas, etc. con el fin de que conozcan la realidad de las cosas para poder tomar decisiones acertadas y sean prudentes en sus actitudes.

También debemos enseñarles a ser independientes, saber cómo actuar ante situaciones poco usuales y a no dejarse influir por los demás.

No obstante, los padres debemos estar informados en todo momento de dónde, con quién, en dónde y en qué condiciones estarán nuestros hijos.

Para saber qué hacen nuestros hijos fuera de casa, lo mejor es que sean ellos mismos quienes nos lo cuenten, y eso sólo sucederá si tenemos una buena relación con ellos y confían en nosotros. Sin embargo, tenemos que comprender que conforme van haciéndose mayores, hay parcelas de su vida personal que no desearán contárnoslas, hemos de respetarlas.