Con la llegada del otoño es habitual que los peques de la casa se acatarren, es más, en un año pueden llegar a tener entre 6 y 8 resfriados. Sin embargo, los papás no deben preocuparse si notan que su hijo estornuda o tiene tos. Los catarros suelen curarse solos, por lo que simplemente hay que tratar de aliviarle los síntomas para que siga comiendo y durmiendo con normalidad.

Es necesario que el niño esté siempre bien hidratado, por lo que se le debe administrar abundante líquido. Por otro lado, para garantizar que concilia el sueño y no tiene problemas para respirar, se le puede colocar una almohada bajo la cabeza.

El suero fisiológico y los baños de vapor son perfectos para descongestionarle, mientras que los antitérmicos le sirven para evitar el malestar derivado del catarro. En caso de que tenga fiebre y se muestre inquieto, se debe intentar que repose y conviene refrescarle con una esponja o darle un baño de 15 minutos en agua tibia.

Si la fiebre no cesa o es muy alta, es el momento de acudir al pediatra. También hay que consultar al médico si el bebé respira más rápido de lo normal, rechaza los líquidos, le cuesta mantenerse despierto o presenta rigidez en el cuello.