Según el Feng Shui, el ambiente en el que el niño crece y se desarrolla, es vital para que alcance el éxito, tanto en lo personal como en lo profesional.
Como nos enseña el Feng Shui, el orden conduce a la armonía pero el caos provoca justo el efecto contrario. Así, una habitación desordenada no es lo más apropiado para nuestro bebé. Además, si abundan los juguetes y los peluches de diferentes tamaños, pueden restarle energía.
Los expertos en esta disciplina recomiendan que el bebé duerma en una cuna de madera, con espacios en la cabecera y lejos de la ventana, para conseguir la mayor calidad de vida y un ambiente apropiado que garantice la armonía del entorno. Y es que, según señalan, la habitación debe parecerse lo más posible al vientre materno y proporcionar seguridad, confort y habitabilidad.
Según Mónica Koppel, autora de “Feng shui para niños”, mantener la habitación ordenada para que circule el aire y la luz es esencial para que el bebé se sienta tranquilo, pero también hay que saber seleccionar los muebles, colores y juguetes que lo acompañan. La experta recomienda materiales naturales para las paredes, como las maderas macizas, las fibras naturales y las pinturas al agua, que son preferibles a los aglomerados, pinturas o barnices.
El elemento que se asocia con los primeros años de la vida de los niños es la madera porque “promueve la actividad, la concentración, la iniciativa y la creatividad”, según Koppel. Además, la cuna debe ubicarse de forma que el bebé nunca tenga los pies en dirección a la puerta pues sería negativo y le podría volver irritable. También hay que evitar las alfombras porque atrapan tierra, puede provocar alergias y además se ha de garantizar la ventilación de la habitación para que fluyan las energías positivas y desaparezcan las malas influencias. Y por supuesto, cuanto más sencillo sea el mobiliario de la habitación, mejor.
Las cortinas o telas de la habitación deben ser capaces de evitar que atrapen el polvo o que puedan absorberlo. Además, las estanterías nunca deben situarse sobre su cabeza, mientras duerme ya que esto le provoca “encierro”, lo que se refleja en “bloqueos para expresarse y convivir, así como rebeldía”, según la experta.