El biberón y el agua constituyen dos de los principales elementos a controlar para asegurar que la alimentación del bebé esté exenta de contaminaciones exteriores.

La lactancia materna es la forma de alimentación más apropiada durante los primeros meses de vida del bebé: sus nutrientes son los adecuados para cada etapa de su desarrollo y, además, el alimento siempre se encuentra preparado, a la temperatura adecuada y libre de contaminaciones exteriores. Sin embargo, circunstancias especiales o las preferencias de la madre pueden hacer que ésta sea sustituida por la lactancia artificial, en la que el biberón será el complemento ideal. A la hora de garantizar su seguridad deberán controlarse tres elementos: el agua, la leche maternizada y el material utilizado.

Para el primero de los elementos a controlar, el agua, es conveniente asesorarnos de la conveniencia o no de usar la del grifo. En el caso de que no podamos utilizarla, o si vamos a realizar un viaje, es preferible optar por el agua envasada de baja mineralización, a ser posible sin cambiar de marca. A diferencia de lo que podría parecer, no resulta apropiado el uso de filtros de agua domésticos porque se contaminan fácilmente por microbios.

Hasta los seis meses es recomendable hervir el agua del grifo unos cinco minutos para eliminar posibles microorganismos. Ampliar este tiempo no es necesario ya que no sólo no se refuerza el proceso esterilizante, sino que podría concentrar las sales en ella contenida y resultar poco beneficioso para la salud del bebé. Tampoco es necesario hervir el agua de bebida envasada ya que, si la botella se manipula higiénicamente y se conserva cerrada en las condiciones adecuadas, se mantendrá libre de microorganismos patógenos.

La leche maternizada

Respetar las fechas de uso y los requisitos de conservación son claves para la seguridad de la leche maternizada.

En el mercado hay numerosos tipos de leche maternizada para bebés. La elección de una u otra dependerá de sus necesidades específicas, y que determinará el pediatra. Todas las leches para bebés que se comercializan deben cumplir con unas condiciones nutricionales concretas y superar estrictos controles de calidad que garanticen la inocuidad de su consumo. Aunque el riesgo cero en seguridad alimentaria no existe, los posibles casos de contaminación de este tipo de alimentos son una excepción.

Respetar en todo momento las fechas de uso así como las condiciones de conservación recomendadas por el fabricante son dos de las condiciones indispensables para garantizar un consumo seguro. Una vez abiertos, los envases de leche maternizada en polvo pueden conservarse hasta un mes, siempre que se mantengan herméticamente cerrados después de cada uso, en un lugar fresco y seco.

El biberón

Los biberones se fabrican con vidrio o plásticos que resisten altas temperaturas sin que se degraden ni liberen sustancias tóxicas que puedan pasar a la leche. Hay estudios que apuntan que los biberones de cristal se esterilizan mejor, por lo que resultan más recomendables durante las primeras tomas, mientras que los de plástico son más adecuados cuando el niño comienza a manipularlos. La elección dependerá de las sugerencias del pediatra y de los gustos personales.

La preparación del biberón debe hacerse siguiendo las siguientes pautas de manipulación:

  • Lavarse siempre bien las manos antes de comenzar a prepararlo.
  • Los biberones, accesorios y tetinas deben lavarse con agua y jabón inmediatamente después de cada uso, empleando un cepillo especial para eliminar cualquier resto de leche que pueda haber quedado y que se contaminaría fácilmente. El último paso es aclararlo para eliminar cualquier resto de detergente.
  • Esterilizar el biberón, tetina y accesorios bien limpios por inmersión en agua hirviendo durante 10 minutos o mediante esterilizadores o métodos químicos de esterilización siguiendo sus indicaciones.
  • Hervir el agua por separado durante cinco minutos.
  • Añadir primero el agua previamente hervida y después agregar la medida correspondiente de leche maternizada siguiendo las instrucciones del fabricante. Normalmente habrá que templar el agua hervida (40-45ºC) antes de añadir la leche. Para hacerlo de forma rápida y evitando posibles contaminaciones enfriaremos el biberón bien cerrado en el chorro de agua fría.
  • Cerrar el biberón y agitar bien para que se mezcle. Probar en el dorso de la mano antes de dar la toma (la temperatura ideal es la del cuerpo, 36ºC).

A tener en cuenta

La leche es un alimento que se contamina pronto a temperatura ambiente, por lo que siempre es preferible conservar los biberones ya esterilizados en el frigorífico, mejor sólo con agua hervida sin mezclar con la leche maternizada, que se añadirá en el último momento. Debemos tener especial cuidado con los microondas porque no reparten bien el calor y suelen calentar menos el recipiente que su contenido, así como los calientabiberones, cuyo uso aumenta peligrosamente la posibilidad de contaminación microbiana. Tampoco deben guardarse los restos de una toma para otra, ni siquiera en la nevera, y sí taparemos la tetina del biberón con el tapón durante los descansos de la toma para evitar contaminaciones.

Extremar las medidas higiénicas


Cuando se preparan varios biberones para todo el día o para las salidas del bebé conviene extremar las medidas higiénicas y esterilizarlo todo muy bien: biberones y tetinas por un lado, y el agua por otro. Una vez esterilizados, se vierte la medida del agua correspondiente y se cierran tapándolos con las tetinas hacia adentro (utilizando pinzas especiales esterilizadas y evitando tocarlas con las manos). Cuando ya están preparados, los enfriaremos en una nevera o recipiente isotermo con acumulador de frío que asegure una temperatura de refrigeración hasta su uso. Las medidas de leche necesarias las transportaremos en un recipiente compartimentado para este fin.

Cuando necesitemos preparar el biberón primero lo calentaremos bien bajo un chorro de agua caliente, al baño maría, en un microondas o por medio de un calientabiberones. Añadiremos la medida de leche en polvo adecuada al agua ya templada, cerraremos, agitaremos bien y probaremos la temperatura en el dorso de la mano.

Otra forma de conservación para las salidas es la conservación en caliente. El procedimiento inicial es el mismo, sólo que en vez de enfriar el biberón con el agua hervida, ésta se mantiene caliente hasta la toma en un recipiente isotermo que asegure temperaturas superiores a 65ºC. Después se templa el agua enfriándolo al chorro de agua fría y se añade la leche para iniciar su mezcla. Hay que tener en cuenta que la conservación en frío es más segura, ya que el biberón con el agua caliente se irá enfriando hasta alcanzar temperaturas de riesgo.