Hace unos días me enviaron unos videos de un magistrado de Granada llamado Emilio Calatayud Pérez. Emilio, como él mismo se define, “es el juez de menores de su pueblo”, y se ha hecho famoso por aplicar sentencias ejemplares y polémicas, con las que no todo el mundo está de acuerdo, pero que le diferencian notablemente del resto de la profesión.
Emilio, habla desde su perspectiva de padre y juez, de las complicaciones que conlleva la educación de nuestros hijos, de sus derechos y de sus obligaciones. Y todo esto desde un tono desenfadado, claro, y a mi modo de ver, magistral.
Cuantas veces nos habremos hecho preguntas del tipo: ¿estamos siendo muy blandos con nuestros hijos?, ¿debo comportarme como padre, o como amigo?, ¿debo concederle todos los caprichos que me pida? Creo que las respuestas a todas estas cuestiones son obvias en la mayoría de los casos. Los padres que ahora tenemos entre 30 y 40 años, hemos recibido la herencia del autoritarismo, y ahora tenemos un sentimiento de culpa que nos hace ser excesivamente displicentes con nuestros hijos. Nos da miedo decir “no”. Nos da miedo imponer nuestro criterio con firmeza. Nos da miedo imponer ciertos parámetros de comportamiento. Y lo más gracioso de todo, en algunos casos tenemos la poca vergüenza de responsabilizar a terceros (profesores), de la educación disciplinar de nuestros hijos.
Es posible que todo esto responda a un momento social determinado, a una herencia generacional, al poco tiempo que pasamos con nuestros hijos o a cualquier otro motivo del que queramos auto convencernos, pero lo que sí está claro, es que cuando decidimos traer un hijo al mundo, adquirimos una serie de responsabilidades de las que no podemos “evadirnos”. Debemos tener en cuenta, que estamos formando individuos que deben incorporarse a una sociedad cada vez más exigente, que exige cada vez más compromiso social, que impone unas normas de conducta y comportamiento muy claras, y que les va a someter a unos niveles de responsabilidad, hasta el momento desconocido para ellos.
Cuanto antes comencemos a inculcar determinados principios de educación, compromiso, esfuerzo y responsabilidad, mejor estaremos ayudándoles a que se formen para afrontar el futuro que les espera. Debemos establecer unas normas de comportamiento doméstico, y esas normas deben ser estrictas, porque la sociedad a la que se van a enfrentar, es de todo menos permisiva. No olvidemos que lo mejor que podemos transmitir a nuestros herederos, son principios éticos y morales. La imposición de normas no nos define como malos progenitores, todo lo contrario, es el mayor favor que podemos hacer a nuestros descendientes.
Está claro que los menores de la casa tienen muchos derechos que estamos obligados a respetar (por coherencia y por responsabilidad), pero no olvidemos que también ellos están obligados a respetar un importante volumen de obligaciones, y entre ellas, la más obvia: “respeto y obediencia a sus padres”.
Os recomiendo que veáis los vídeos del magistrado Emilio Calatayud, no tienen desperdicio.