Nuestra historia empieza hace ya 20 años, cuando el rosa, el rojo y el beige dominaban el mercado de la belleza. Que ni se te ocurriese querer probar algo distinto como unas uñas moradas o verdes… ya que o sacabas un rotulador y te ponías a ello o no tenías opciones disponibles. Con esta frustración como impulso, Wende Zomnir y Sandy Lerner (co-fundadora de Cisco Systems) decidieron que ya era hora de cambiar las cosas, y que si el mercado no podía satisfacer sus gustos alternativos en maquillaje, lo harían ellas mismas.

El destino haría David Soward, el business manager de Sandy por aquel entonces, juntase a Sandy con Wende Zomnir, otra visionaria más del mundo del maquillaje. Mujer de negocios, súper creativa y adicta al maquillaje casi desde que nació, Wende también sentía ese vacío en cuanto a las posibilidades que el mercado de la belleza ofrecía por aquel entonces. Hacía falta un cambio. Las dos mujeres formaron un pacto que dio lugar a sesiones de pruebas de miles de colores de lacas de uñas en el bungalow de Laguna Beach de Wende. En Enero de 1996 Sandy, David y Wende presentaron al mundo su nueva marca con una gama de 10 labiales y 12 lacas de uñas. Acababa de nacer Urban Decay. Inspirados en las facetas más desconocidas del panorama urbano sus nombres como Roach (cucaracha), Smog (niebla tóxica), Rust (óxido), Oil Slick (aceite pegajoso) y Acid Rain (lluvia ácida) no dejaban a nadie indiferente. Su primera publicación en una revista decía ‘¿El Rosa te hace vomitar?’, dando ya pie a una revolución en la industria del maquillaje que empezaba a romper las reglas de lo que se conocía hasta entonces.

Hoy en día Wende es la que encamina el crecimiento de Urban Decay como Chief Creative Officer de la mano de Tim Warner, Chief Executive officer. Tim (o como le llamamos nosotros, el ‘Maestro Zen’) es una persona que consigue aportar calma y serenidad en los momentos más estresantes y frenéticos en la oficina con su enfoque tranquilo pero dinámico. Y aunque es verdad que siempre se empuja a todos los equipos para sacar lo mejor de sí mismo, siempre hay tiempo para un poco de diversión al más puro estilo Urban Decay.

Nuestro crecimiento global demuestra lo que Wende y Sandy siempre han sabido: el mercado de la cosmética y sus consumidores quieren opciones, de ahí que sigamos donde estamos aun cuando la época grunge de los 90 hace ya tiempo que se terminó. En Estados Unidos cientos de productos UD han invadido las estanterías de Sephora, Ulta y Macys, así como las páginas virtuales de beauty.com. Cada vez más retailers en Canada, UK, Francia, España, Singapur y Medio Oriente tienen nuestros productos en sus tiendas. Y aunque es verdad que los distintos consumidores mundiales de UD usan nuestros productos de maneras completamente distintas, a todos les une un espíritu independiente.

Igual este ansia de tener algo único es lo que explica el apoyo tan apasionado que hemos recibido durante estos años. Los productos Urban Decay aparecen en docenas de revistas todos los meses. Hemos conseguido cientos de premios y reconocimientos allí por donde pasamos. Y también es verdad que si no fuese por todos esos Makeup Artists, que nos quieren y comparten nuestro afán por seguir innovando con productos cada vez mejores y colores cada vez más impactantes, no estaríamos aquí. Nuestros reviews online no pueden ser mejores… ¡de 5 estrellas para arriba! Las comunidades de Facebook, Twitter e Instagram de UD son de las más grandes de la industria: tenemos millones de seguidores y muchísimas conversaciones todos los días. Y por supuesto ¡adoramos a toda la comunidad blogger! Son como editores de belleza a la vez que fans de la cosmética y por supuesto, Makeup Artists, ¡todo en uno!. Hacemos películas, televisión y organizamos las fiestas más HOT. Nos encantan nuestras vidas y somos conscientes de que miles de chicas (¡y chicos!) se morirían por hacer lo que hacemos.

Nuestras madres están orgullosas. Urban Decay ya no es un nombre tan descabellado para una marca de maquillaje. Y las mujeres de las nuevas generaciones ya nunca tendrán el problema de querer una laca de uñas morada y no poder encontrarla. Misión cumplida.