La sexualidad es una faceta delicada. Por tanto, no es extraño que la mujer, durante el embarazo y los primeros meses del postparto, no desee practicar el coito. Las razones son diversas: siente molestias, tiene miedo, percibe poca lubricación vaginal o se encuentra fatigada. Sin embargo, echa de menos otro tipo de relaciones sexuales, por ejemplo, la proximidad y el contacto con su pareja.

Puede suceder que tales deseos no coincidan con los del hombre, lo que acarrea conflictos que afectan a la relación, casi siempre por desconocer lo frecuente que es esto y no estar informados ni preparados de forma adecuada para afrontarlo.

Dicha situación puede facilitar la aparición de trastornos sexuales transitorios, tanto en la mujer como en el hombre, que si no son identificados en su origen ni tratados a tiempo, se hacen crónicos y persisten en el tiempo más allá de los primeros meses del postparto. Cuando se consulta con un sexólogo, la información, junto a una breve terapia, suelen ser suficientes para atajar estos problemas.

Si el embarazo transcurre con normalidad, sin hemorragias, amenaza de aborto o parto prematuro, no hay por qué evitar el coito.

Los trastornos sexuales más frecuentes en esa época suelen ser problemas de deseo sexual (disminución o incluso falta en uno o en ambos miembros de la pareja), anorgasmia o incapacidad para que la mujer alcance el orgasmo a pesar de estar suficientemente excitada. Sin embargo, se dan casos de mujeres que llegan más fácil al orgasmo durante el segundo trimestre del embarazo, dada la importante congestión pelviana propia de esta etapa. En cuanto al hombre, destacan la disfunción eréctil y la eyaculación precoz.

Los factores que pronostican un posible trastorno sexual durante el embarazo o el postparto en la pareja son su propia historia sexual (frecuencia de actividad sexual, disfrute mutuo en los encuentros sexuales), el nivel de conformidad y satisfacción que cada uno tiene con su propia sexualidad, la salud sexual previa al embarazo, el nivel de comunicación que mantengan, la afectividad entre ambos y, sobre todo, su nivel de información sobre ‘la normalidad’ de los cambios que se experimentan durante ese periodo.

Dentro de la diversidad y complejidad de cambios que sufre una pareja durante el embarazo, comentaremos sólo algunos que con frecuencia han sido reconocidos como generadores de trastornos sexuales.

El cuerpo de la mujer, durante un embarazo normal, sufre profundas modificaciones que van más allá del simple aumento del contorno abdominal. Estos cambios pueden aumentar cuando el embarazo presenta problemas. Poco a poco, y según avanza el crecimiento del vientre materno, las formas se van perdiendo y aparecen con frecuencia varices, hinchazón por retención de líquido (edemas) y estrías, que aunque son consideradas como alteraciones normales y pasajeras, desagradan y no son bien recibidas por alterar la imagen corporal erótica de la mujer, algo que es percibido tanto por la mujer embarazada como por su pareja. En tales circunstancias, la embarazada puede que no se sienta seductora y deseada, y su pareja puede que no sienta la misma motivación ante el menoscabo erótico del cuerpo femenino.

Algunas veces las parejas tienen miedo a dañar al feto durante el coito, se muestran cohibidas al notar los movimientos fetales o preocupadas por miedo a provocar un nacimiento prematuro. La desinformación, origen de muchos de estos problemas, es cada día menor. Se conoce, y así se transmite a la mujer embarazada, la importancia que durante el embarazo y postparto tiene el respetar y cuidar la sexualidad, como fuente de placer y medio para reforzar la unión y la comunicación de la pareja, en esta situación de especial inquietud. La sexualidad no es sólo genitalidad y mucho menos durante el embarazo y el postparto. Cuando una pareja desea compartir sentimientos de intimidad y amor lo puede hacer sin necesidad de una relación coital con penetración. El contacto mediante masajes, caricias y mimos puede ser una importante fuente de placer sensual y comunicación íntima tanto durante el embarazo como fuera de él.

Es saludable reanudar las relaciones sexuales lo antes posible, transcurrido el tiempo de recuperación física.

Si el embarazo discurre sin complicaciones y no hay hemorragias, amenaza de aborto o de parto prematuro, no hay por qué evitar la actividad coital. En esta época especialmente se debe tener en cuenta que el intercambio sexual va más allá de la penetración vaginal. Aunque no hay ningún inconveniente para mantener esta práctica. El bebé está muy cómodo y muy bien protegido en el saco amniótico. No obstante, por el bienestar de la madre, las posiciones recomendadas son aquellas en las que no se descargue el peso sobre el abdomen. Si se presentan complicaciones que aconsejen prohibir la penetración o el orgasmo, dadas las contracciones uterinas que provoca, se puede recurrir a caricias y otras variantes sexuales que, aunque no supongan orgasmo, resulten satisfactorias para la mujer. El mantenimiento de la capacidad erótica y orgásmica es importante para la mujer porque con la primera mejora su autoestima y la armonía conyugal, y la segunda le permite mantener la elasticidad y la flexibilidad de los músculo s pélvicos, tan necesarias para el parto.