El niño tiene ya tres años. Su mundo se amplía y se produce un estallido de curiosidad por todo. A partir de ahora es una personita con una visión de lo que le rodea muy particular, que nos hace disfrutar a los adultos de la ternura y la inocencia de sus pensamientos. Es todo vitalidad, salta, corre, quiere hacer cosas él solo y te puede agotar a base de preguntas y cuestiones interminables.

Sueño: el monstruo del armario

A esta edad, por lo general, los niños duermen unas doce horas por la noche. Si todavía tiene dificultades para dormir sin interrupción quizá sea el momento de averiguar cual es la razón de que ocurra. Recuerda que son muy importantes los últimos momentos del día para asegurarle al niño la tranquilidad y la calma necesarias. Pero es normal que se despierte con alguna pesadilla. Su imaginación trabaja de una forma feroz durante el día y, muchas veces, el resultado es una noche repleta de fantasías. A un niño de esta edad le cuesta mucho trabajo distinguir entre la realidad y la fantasía, hecho que por la noche se acentúa. El monstruo que hay escondido en el armario es muy real para él, tendrás que ayudarle a superar estos miedos. Debes escuchar sus temores y pesadillas y ayudarle a dar a estas historias un final feliz. Las pesadillas son en general sanas ya que ayudan a tu pequeño a regular su estrés. Si en algún momento consideras que son demasiado violentas, asegurate de que no está expuesto a un exceso de estimulación a través de la televisión u otros medios.

Comunicación: ya lo entiende todo

A los tres años su capacidad de compresión es muy grande. Ya no tendrás ningún problema para explicarle que te marchas un momento y que volverás enseguida, e incluso podrás razonar con él el porqué de algunas cosas. A esta edad es capaz de componer frases cortas, puede nombrar muchos de los objetos que le rodean y, lo más importante, lo hace de una forma bastante clara.

También vas a observar a partir de ahora, sobre todo si se relaciona mucho con otros niños, cómo va ampliando su vocabulario rápidamente y cómo usa tus expresiones con otros niños.

Cognitivo: ya tiene opinión

A esta edad ya no es un bebé al que se pueda trasladar de un sitio a otro sin contar con él. Todavía es un pequeñajo, pero ya tiene opinión, le gusta manifestarla y es bueno fomentarla. Hacerle elegir entre dos cosas o preguntarle sobre algo que le haga pensar ayudará a desarrollar su independencia. Hay que permitirle hacer cosas solo, incluso cosas que él sepa que implican cierta confianza en él, como por ejemplo, llevar los platos a la mesa.

También es este el momento en el que empieza a entender conceptos más abstractos; ahora relaciona lo que hizo hace dos días con lo que podrá hacer mañana, es decir, puede hacer planes. En esta nueva etapa el pequeño ya es capaz de entender conceptos tales como lo que está bien y lo que no lo está, lo que es justo y lo que no lo es, etc. También es en este momento cuando empieza a ser consciente de los sentimientos de los demás, sobre todo los tuyos. Es probable que no encuentres un compañero más comprensivo que tu propio hijo.

Habilidades motrices: un torbellino


En este tercer año ya no puede parar. Cualquier ocasión es buena para ejercitar sus piernas o para llevar a cabo nuevas habilidades. Después de alcanzar un reto, de inmediato intentará hacer algo un poco más difícil. Te darás cuenta, sobre todo, cuando, a la hora de bañarlo, veas las marcas de sus aventuras. Estas son inevitables, forman parte de su aprendizaje.

Aprendizaje: los retos

El juego es para los niños una plataforma de aprendizaje, en el que poner en práctica el mundo real que observan y con el que comprenderlo mejor. Les encanta jugar a los personajes, disfrazándose e identificando muñecos con personas y simulando situaciones; en este momento no saben quiénes son y están intentando averiguarlo. Como parte de este proceso de identificación les llamará muchísimo la atención las diferencias fisonómicas entre niños y niñas.

Para los niños el aprendizaje supone una serie continua de retos, a los que deben hacer frente ellos solos. Tras la frustración de no poder hacer algo, viene un mayor ímpetu y decisión. Cuando finalmente acaba en éxito, la satisfacción que produce refuerza en el niño su autoestima y su capacidad para hacer frente a próximas situaciones frustrantes. Es difícil para los padres quedarse inmóviles ante ese niño que está intentando ponerse el cinturón al revés, pero es su reto y lo debe conseguir él. Su capacidad de aprendizaje en este momento es increíble. El papel de los padres, en esta situación es el de darle su aprobación y alabarlo cuando lo consiga.