Si no se tiene costumbre de hacer deporte, las agujetas pueden pasarnos factura.

Seguro que tiene claros los beneficios de la práctica de ejercicio: su silueta se lo agradecerá y su salud más aún. Pero, probablemente, también conozca alguno de sus indeseados efectos secundarios, como pueden ser las temidas agujetas. Y si no, que se lo digan a sus piernas después de un día de una larga caminata o de un día jugando al tenis.

Las agujetas son consecuencia de las microrroturas de la fibra muscular, debido a un sobreesfuerzo de un músculo por encima del nivel al que está acostumbrado. En primer lugar, no hay que abusar del ejercicio físico, y se debe poner en práctica de forma progresiva. Sobre todo, en el caso de personas que no están acostumbradas a hacer ejercicio físico de forma habitual. ¡Nada de darse una paliza el primer día! Así, las irá esquivando o, al menos, atenuará sus efectos. Por ello, aumentar la intensidad de forma progresiva es la clave.

Aunque popularmente se ha creído que el agua con azúcar es un buen remedio para prevenirlas, lo cierto es que los expertos no le dan mucha credibilidad a esta solución, aunque es cierto que es un buen aliado para evitar la deshidratación. Si no quiere pasar un día lamentándose en el sofá del dolor en sus piernas o en sus brazos debido a las agujetas, debe intentar prevenirlas y, una de las claves es cumplir la creencia popular de que las agujetas con ejercicio se curan. Por ello, es conveniente volver a entrenar suavemente, realizando el mismo ejercicio que las provocó para conseguir que se esfumen.

Además, la aplicación de frío puede ser una buena alternativa para bajar la inflamación, por lo que puede optar por aplicar agua fresca en la parte de su cuerpo que nota el dolor de las agujetas. Y, por último, si el dolor fuera demasiado intenso, puede probar con un analgésico, por ejemplo la aspirina, para mitigarlo.